Las horas caminan infinitamente lentas como si dependieran de un desgastado reloj de arena en donde su receptáculo esta obstruido por el tiempo. Tras los cristales del ventanal de mi cuarto se oye la respiración del viento y en los campos duerme el polvo hecho barro por la lluvia que son como diminutivos cristales molidos entre las vastas tardes de invierno. No, no quiero que el invierno se instale en mi alma congelando mis sueños.
Durante el día busco un recoveco en donde mi sombra y yo nos escondemos para dejar que mis pensamientos vayan a la deriva al encuentro de mí misma bajo un cielo borroso de tu recuerdo, mientras enciendo una vela blanca para evocar tu nombre, tal vez así lleguen mis pensamientos en una etérea búsqueda y en la distancia sienta que tu presencia se hace más cercana.
Las horas siguen lentamente su curso y en la infinidad del universo donde se amparan las estrellas y buscan refugio las almas perdidas, es ahí junto al sonido del silencio donde me encuentro con la esencia de mis sentimientos, aun cuando pienso que estas más lejos, aun cuando lejos me encuentre, te recuerdo a diario en las imágenes de mi mente y mi corazón se desgarra en agonía por sentir la ausencia del suave movimiento de tus labios cuando pronuncian mi nombre.
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